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Nuevas voces sobre el 2 de enero de 1946

A raíz de nuestras publicaciones sobre los trágicos eventos del 2 de enero de 1946 en León, diversos lectores nos han compartido testimonios que heredaron de familiares que vivieron aquel día. Estas voces, cargadas de dolor y memoria, ofrecen un invaluable registro histórico que merece ser preservado.

Un sacrificio silenciado

Esteban Pérez A., @estebanpereza1 en x.com/vivirleon, compartió la historia de su tío, José Arredondo Solano, una de las víctimas cuya memoria ha sido injustamente borrada del registro oficial. “Mi tío solo había asistido al Centro a comprar una ‘nieve’, gastaba su ‘raya’ de zorrita, en un taller de zapato. Uno de los niños que iban con él, recibió un balazo en la cabeza, él uno en la rodilla, lo cubrió con su cuerpo y murió por las pisadas de caballo en la cabeza”, relata.

José, con tan solo 15 años, murió protegiendo a otro menor durante la masacre. Su sobrino destaca: “Nunca en vida de su madre, mi abuela, recibió una invitación a la ceremonia y creo que a ninguna familia de los asesinados. Pasamos por el desagradable acto de la confusión, pues en la masacre también murió otra persona de nombre José de Jesús Arredondo.”

La inocencia manchada de sangre

Otro testimonio, de @b612_la en x.com/vivirleon, narra la experiencia de una mujer que tenía apenas cinco años cuando ocurrió la tragedia. Su madre, al escuchar los disparos, la ocultó bajo los cuerpos sin vida, instruyéndola a quedarse inmóvil. “Ella se llenó de sangre. Los soldados vinieron a rematar a los que estaban vivos, no querían testigos.”

El impacto emocional de este relato resuena en la frase: “Nunca se los enseñaron en los libros de historia. Solo los hijos de los leoneses que fueron a la marcha, somos los que todos los días contamos la historia y defendemos la democracia.”

La procesión de los muertos

Desde la calle Rosas Moreno hasta el panteón de San Nicolás, cientos de cajas con cadáveres desfilaron el día de la masacre, según un recuerdo transmitido por el padre de otro testigo. “Mi padre tenía 9 años; él vivía por San Juan de Dios y me platicaba que recordaba cómo por toda la calle Rosas Moreno pasaban cientos de cajas con difuntos hacía el panteón de San Nicolás.” Este relato, compartido por @martinezdefuentes en tiktok.com/@vivirleon, evoca el tamaño de la tragedia y el impacto que dejó en las familias leonesas.

Un golpe a la familia

Por su parte, @ristiangenarorizo, en tiktok.com/@vivirleon, cuenta cómo su abuela perdió a su único familiar cercano aquel día. “Mi abuela ese día se quedó sola; mataron a su único pariente, un primo de 17 años de edad. Él cayó justo donde hoy venden las cebadinas.”

La importancia de preservar la memoria

Estos relatos nos recuerdan que la masacre del 2 de enero de 1946 no es solo una fecha en el calendario, sino una herida abierta en la historia de León. El registro y la valoración de estas voces son esenciales para que no se repitan injusticias similares y para que las nuevas generaciones comprendan el costo de la lucha por la democracia.

Invitamos a la comunidad a seguir compartiendo sus testimonios. Juntos, podemos mantener viva la memoria de quienes sufrieron y darles el lugar que merecen en la historia.

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